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19 de mayo de 1895: caída de Martí en Dos Ríos

MSc. Gerardo Cabrera Prieto
Investigador Auxiliar Archivo Nacional de Cuba

Era el 19 de mayo de 1895, en campos de Dos Ríos acababa de morir José Martí, y Máximo Gómez escribía en su Diario “(…) al lado de un instante de ligero placer, aparece otro de amarguísimo dolor”. [1]

Ellas resumen, por sí mismas, no solo la cotidianidad de toda guerra: hoy se puede estar vivo, pero mañana se puede morir; sino también el reconocimiento a quien, sacrificándolo todo, se puso al servicio de la patria organizando el nuevo proceso emancipador.

La prédica de José Martí en territorio norteamericano resultó eslabón fundamental en el proceso iniciado el 24 de febrero de 1895. Lograr la necesaria unidad entre los combatientes de contiendas anteriores, así como hacer renacer la confianza en quienes desalentados por fracasos anteriores se sentían escépticos, fueron temas de sus más encendidos discursos de esa etapa previa a la guerra.

La lucha comenzó sin la presencia de los principales líderes, Martí acompañado de Máximo Gómez arribó a territorio cubano por la zona de Playitas. Después de mucho tiempo volvía a pisar su amado suelo.

Durante todo el tiempo que medió desde su desembarco hasta el momento de la caída, estuvo Martí junto a las fuerzas del general Gómez que se movían por la zona oriental. Poco sabía del arte de guerrear, aunque sí de guerras, pues pacientemente había estudiado los principales hechos de la anterior contienda independentista y de la lucha emancipadora de latinoamérica.

En la mañana del 19 de mayo se produjo una cruenta acción entre las fuerzas mandadas por Gómez con una columna española de más de 800 efectivos, aunque ordenó a Martí quedar junto a Ángel de la Guardia, este no lo obedeció y deseoso de entrar en acción muy pronto cayó abatido por las balas.

El cadáver del Apóstol quedó en manos enemigas. A partir de ese momento su cuerpo sería sepultado y exhumado en varias ocasiones. Inicialmente el cadáver fue trasladado por fuerzas españolas encabezadas por el coronel José Ximénez de Sandoval, quien había dirigido también la acción donde cayó Martí, hasta el poblado de Remanganaguas; el día 20 en horas de la mañana fue enterrado en tierra viva y solamente con el pantalón que iba vestido. Allí fue sepultado en una fosa debajo del cadáver de un soldado español.

Sin embargo, aun quedaban dudas de la veracidad de la muerte del Apóstol, en consecuencia, el día 22 de ese propio mes, Sandoval fue instruido de proceder a la exhumación de los restos, embalsamar el cadáver y trasladarlo a Santiago de Cuba, a fin de disipar cualquier duda, a la vez que recibir los honores que le correspondían.

A ese efecto fue enviado el Dr. Pablo Aurelio de Valencia, quien debía encargarse, además de dictaminar que era el cuerpo de Martí y realizar los servicios que requería el proceso de conservación.

Dentro de la valiosa información que conserva el Archivo Nacional de la República de Cuba encontramos el dictamen emitido por el Doctor Valencia, efectuado el mismo día 22 y emitido oficialmente cuatro días después. En el mismo se hace una evaluación del cadáver del Maestro describiéndolo físicamente y anotando los impactos de las balas recibidas.

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Certificado de defunción de José Martí

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Una vez realizado el examen, partió la columna española con el féretro que transportaba el cuerpo sin vida de Martí, por el camino fue frecuentemente tiroteada por fuerzas cubanas que infructuosamente intentaron el rescate. A su llegada al poblado de San Luis fue custodiado en el patio del Cuartel Militar del lugar, siendo embarcado posteriormente por tren hacia Santiago de Cuba, escoltado por un destacamento de 81 soldados.

Al arribar en la tarde del 26 a aquel sitio, fue fuertemente protegido por soldados peninsulares a fin de evitar cualquier intención de rescate por los insurrectos, prohibiéndose la entrada a la muchedumbre congregada a la puerta de la estación. Los restos permanecieron en el interior del vagón que los transportó hasta bien entrada la noche, momento en que fueron trasladados hasta la capilla del cementerio, en tanto se creaban las condiciones precisas para su enterramiento en la mañana del siguiente día.

Antes de procederse a darle sepultura y ante la ausencia de persona alguna que pronunciara el último adiós a tan insigne figura, el coronel Sandoval pronunció las palabras de despedida, el ataúd fue depositado en el nicho 134 de la galería sur del cementerio de Santa Ifigenia.

En 1907 por razones sanitarias se demolieron los nichos de dicho cementerio, con excepción del espacio donde estaba ubicado el que guardaba los restos de Martí. No obstante, éstos fueron extraídos nuevamente para garantizar su preservación, pues por el Ayuntamiento santiaguero se había librado un crédito a fin de construir un monumento que albergara el nicho.

El hecho aconteció con la presencia de José Martí y Zayas Bazán y numerosas personalidades de la provincia; comprobado que los despojos estaban completos, fueron depositados en una caja de plomo que posteriormente fue sellada e introducida en otra de caoba, para después ser depositada en el nicho.

El 8 de septiembre de 1947 fueron desenterrados nuevamente los restos martianos y depositados de manera transitoria en el Retablo de los Héroes donde permanecieron mientras era concluido el Mausoleo actual que acoge tan preciado tesoro, y que fue inaugurado el 30 de junio de 1951. Así reposarían definitivamente en Santa Ifigenia los restos de José Martí, aquel hombre que con su trayectoria y entrega se había convertido en la entraña misma de la conciencia nacional de los cubanos.

Según el mismo había expresado: “pagaré gustoso con mi vida, y con la constante mortificación de ella, la fe y la virtud de cada infeliz paisano nuestro” [2]

Al caer aquel 19 de Mayo de 1895 anegaba con su sangre la tierra amada, y ofrecía su vida por la independencia de Cuba y de todos los cubanos.

1 Máximo Gómez, Diario de Campaña, Instituto del libro, La Habana, 1968, pp. 285
2 Carta a Serafín Sánchez, Montecristi, 18 de marzo de 1895, José Martí. Epistolario, compilación, ordenación cronológica y notas de Luis García Pascual y Enrique H. Moreno, Centro de Estudios Martianos y Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 1993, t.5, p. 109.


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